Existen numerosas drogas que al ser introducidas en el organismo producen reacciones de satisfacción o bienestar pasajeros que conducen a seguir utilizándolas, incluso hasta llegar al abuso o dependencia.
La droga se convierte, para el adicto, en un objeto todopoderoso cargado de connotaciones mágicas, ideales y fascinantes. Estas atribuciones incrementan la fantasía de estar en el “Paraíso”.
En realidad sucede lo opuesto; ya que la droga tiene efectos destructivos sobre el organismo y la personalidad, desencadenando el deterioro de las funciones mentales, en ocasiones irreversibles y que conducen al “Infierno”.
El silencio es el enemigo a vencer, especialmente si conocemos a personas cercanas a nosotros como consumidores de alguna sustancia ilícita. Si es el caso, es importante pensar y hablar al respecto.
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