Escobar jugaba al fútbol como los que saben jugar, había ganado la Libertadores con Atlético Nacional en 1989 y tenía un futuro casi certero como defensor del Milan. Se frustró en el Mundial de 1994: en un partido ante Estados Unidos que ahogó los dulces augurios que la selección de Colombia propició, Escobar metió ese gol en su arco.
En Medellín y el 2 de julio de 1994, a Escobar lo fusiló Humberto Muñoz, custodio de dos empresarios que, según la prensa colombiana, hostigaban al jugador. Acaso si Muñoz sólo hubiera sido Muñoz, habría durado en prisión los 43 años con que lo condenaron. Sin embargo, desde el 2005 está suelto.
La otra cuestión verificada con la barbarie volcada sobre Escobar es que el negocio del fútbol le hace sitio a mafias evidentes y disimuladas. Como la labor judicial llegó sólo hasta Muñoz, no se verificó más. No obstante, circularon hipótesis de que, tras de las balas, pudieron existir negocios que iban desde las apuestas hasta el narcotráfico.
Cosa curiosa, la prensa deportiva llamó "vergüenza" a la caída de Argentina ante Colombia por 5 a 0 rumbo hacia el Mundial de 1994, ese que parió la circunstancia para que a Escobar, justo un colombiano, lo asesinaran. Fue una exageración. Vergüenza es que un juego armado para la vida cree condiciones para la muerte. Vergüenza hace quince años. Siempre vergüenza.
http://www.youtube.com/watch?v=MUW8wFOytiY
Que horror !!!!!
